Desde la concepción misma, estamos expuestos a
situaciones negativas que, muchas veces se escapan de nuestro alcance, sin
embargo nos afectan de manera muy notable, dejando secuelas en nuestro ser. Enojarnos,
llenarnos de odio, amargura o sentirnos culpables sólo empeora la situación,
nos hace más vulnerables, cegando nuestros pensamientos y llevándonos a tomar
decisiones erróneas.
Como seres humanos, debemos entender que no somos
culpables por estas circunstancias que la vida nos presenta, sino que, por el
simple hecho de estar en el mundo nos toca vivir estos eventos difíciles, los
cuales, a pesar de afectarnos, también nos ayudan a crecer como seres humanos,
nos hacen mejores personas y nos convierten en seres más fuertes.
Es importante ver el lado positivo de las cosas, aprovecharlos
y ser justos con nosotros mismos. Tomemos consciencia, no nos juzguemos,
tampoco culpabilicemos a los demás, la naturaleza no puede ser controlada por
el hombre y si Dios ha permitido que atravesemos un momento difícil o lleno de
dolor, el nos dará la fuerza y la voluntad para salir de ese fango.